La radiación ionizante puede transferir su energía a las
moléculas que constituyen el cuerpo humano, esto puede traducirse en un daño
significativo si la interacción es con las moléculas de ADN. Los daños pueden
ser agudos e inmediatos como quemaduras, hemorragias, diarreas, infecciones o
hasta la muerte; también existen efectos tardíos como el cáncer o efectos
hereditarios.
El
resultado de lo acontecido en Chernóbil fue la muerte directa de 31 personas,
la evacuación de más de de 130.000 que jamás volverían a sus casas, 155.000 Km²
se vieron afectados y una alarma internacional que todavía hoy lleva a muchos a
dudar de las ventajas de la energía nuclear. Sin entrar en ese debate. La
radioactividad es un fenómeno físico, advertido en 1896 por Henri Becquerel y
estudiado en profundidad posteriormente por el matrimonio de Marie y Pierre
Curie (los tres compartieron el Premio Nobel de Física en 1903). “En general se
puede decir que son radiactivas aquellas sustancias que no presentan un balance
correcto entre protones y neutrones por lo que cuando el número de éstos
últimos es excesivo o demasiado pequeño respecto al número de los primeros, se hace
más difícil que puedan mantenerse unidos.” (HEWITT, 2007)
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